Las religiones han incidido ampliamente en la historia de las ciencias rechazando los avances del pensamiento que contradijeran sus dogmas. Si se habla esencialmente de la religión católica, ¿no es sólo porque ésta imperaba en el momento en que irrumpía la ciencia moderna? ¿Qué otro poder que no fuera la Santa Inquisición hubiera tenido los medios para amordazar a Galileo y quemar en la hoguera a Giordano Bruno?. Afortunadamente, en los países industrializados, el desarrollo científico ha estado acompañado por el de la democracia, y Charles Darwin ha quedado a salvo.
Si bien las religiones ya no tienen el poder de eliminar a los sabios impíos y sus teorías sacrílegas, suelen refugiarse, sin embargo, en las prohibiciones impuestas a sus feligreses o incluso a poblaciones enteras. Así, en numerosos Estados de Estados Unidos, la Iglesia reformada aún exige que no se privilegie la enseñanza de la teoría de la evolución respecto (...)