Si nos fiamos de los comentaristas, podríamos tener la impresión de que Francia es administrada con indolente benevolencia. Se habla de un gobierno "dubitativo", de ministros que “meten la pata”, de un poder que anda "a la deriva". Pero eso es falsa quimera: el gobierno de Jean-Pierre Raffarin está liquidando con una determinación inquebrantable - que no excluye las idas y vueltas - lo poco que queda del modelo social francés.
El balance de los 700 días de gobierno es impresionante. Retroceso en los derechos a la jubilación; control de la justicia a través de la ley Perben II; reducción de la cantidad del seguro de desempleo; aumento de las exoneraciones fiscales para los ingresos más elevados; menor reembolso de los gastos médicos; disminución de los fondos para la investigación y la educación; preparación de una "reforma" de la Seguridad Social inspirada en la que se aplicó a las jubilaciones; desmantelamiento (...)