La reciente acusación lanzada contra Vladímir Putin, según la cual habría desestabilizado la democracia estadounidense al intervenir en su proceso electoral, se inscribe en la misma línea del “temor rojo”, uno de los pilares de la Guerra Fría en la década de 1950. Este temor se basaba en la suposición de que los soviéticos eran capaces de rivalizar militarmente con los estadounidenses. Una idea absurda: mientras que los primeros salían exangües de la Segunda Guerra Mundial (20 millones de muertos, un país devastado), los segundos disponían de un Ejército de Tierra respaldado por un millón de efectivos, quince mil aviones, novecientos navíos de guerra y un arsenal militar capaz de reducir a Rusia al estado de “humeante y radiactiva ruina en menos de dos horas” –según las palabras del general Curtis LeMay en 1954–.
El argumento del “atraso balístico” estadounidense, inventado por la Fuerza Aérea estadounidense y ampliamente promovido por John (...)