“La única cosa previsible de [Donald] Trump es que será imprevisible”. Globalmente pertinente, esta reflexión de Noam Chomsky lo es menos si se trata de Oriente Próximo. Tres posicionamientos del candidato republicano fijan su futura política presidencial frente al conflicto israelo-palestino: el compromiso de trasladar la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén; el rechazo a considerar la colonización de los territorios ocupados desde 1967 como un obstáculo para el proceso de paz; la decisión de dejar de ejercer presión sobre el Gobierno israelí para que negocie. Dos nombramientos se muestran, al menos, igual de significativos: el del yerno del Presidente, Jared Kushner –quien apoya económicamente a los colonos–, para la función de “asesor presidencial en la Casa Blanca”; y, para el puesto de embajador en Israel, el de David Friedman, quien preside Amigos de Beit El, un antiguo asentamiento judío de Cisjordania. El improvisado diplomático expresó rápidamente (...)
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La derecha israelí, envalentonada por la nueva Administración estadounidense
Cisjordania, de la colonización a la anexión
En pocos días, el Primer Ministro israelí anunció el inicio de la construcción de más de 3.000 nuevas viviendas en Jerusalén Este y en Cisjordania –más que durante todo el año 2016–. Esta vuelta de tuerca no impide que Benjamín Netanyahu vea cómo le adelanta por la derecha su rival Naftali Bennett, quien se pronuncia a favor de la anexión de los territorios palestinos ocupados.
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