Un amanecer todavía cargado de tormenta se levanta sobre la alfombra de inmundicias que cubre la playa de Zouk Mosbeh, en el norte de Beirut. Esta enésima catástrofe ecológica y sanitaria desencadena las sempiternas polémicas políticas. Para algunos, la basura que se extiende hasta donde alcanza la vista ha sido arrastrada por las corrientes de agua procedentes de los pueblos de montaña gobernados por el partido cristiano Kataeb. Para otros, prestos en criticar a las autoridades del Gobierno, el mar no ha hecho más que regurgitar la basura del vertedero de Bourj Hammoud, en las afueras del nordeste de la capital. Se trata de un vertedero a orillas del mar cuya actual reestructuración debería, al contrario, resolver la crisis de los residuos que el país experimenta desde hace varios años.
“En realidad, los desechos provienen tanto de los valles montañosos contaminados por los municipios como del vertedero costero construido deprisa y (...)