De Dublín a Madrid, pasando por Atenas o Lisboa, las medidas de austeridad han tenido efectos tan devastadores que los gobiernos y la Comisión Europea se aferran a la menor cifra positiva –aunque sea infinitesimal– para tratar de justificar sus políticas. Ello mientras silencian otras cifras que muestran un agravamiento de la situación, y sobre todo, mientras ignoran datos que los neoliberales jamás toman en cuenta, de tan ajeno como les resulta el factor humano.
A este respecto, el ejemplo de Irlanda es esclarecedor. El primer ministro, Enda Kenny, anunció que su país no solicitará una renovación del plan de “rescate” de 85.000 millones de euros administrado por la troika FMI/Comisión Europea/Banco Central Europeo. Es, a primera vista, una excelente noticia, pero antes que nada, como dice un analista del think tank Centre for European Reform, una excelente noticia para los paladines de la austeridad: “Berlín y Bruselas necesitan desesperadamente mostrar (...)