Este libro trata sobre una pregunta simple, que no siempre ha encontrado respuesta: ¿cómo pudo ocurrir? ¿cómo pudieron los alemanes, cada uno en su nivel, permitir y cometer crímenes masivos sin precedentes, en particular el genocidio de los judíos de Europa? Aunque el odio, fomentado por el Estado, hacia todas las poblaciones “inferiores” (los polacos, los bolcheviques, y los judíos) formaba sin duda parte de las condiciones necesarias, eso no constituye una respuesta suficiente.
En los años anteriores al régimen hitleriano no había más resentimiento entre los alemanes que entre los demás europeos; su nacionalismo no era más racista que el de otras naciones. No hubo una Sonderweg (excepción alemana) que permitiera establecer una relación lógica con Auschwitz. La idea de que una xenofobia específica y un antisemitismo exterminador se habrían desarrollado desde muy temprano en Alemania no se apoya en ninguna base empírica. Suponer que un error de consecuencias especialmente (...)