El 8 de mayo de 1945, después de 5 años y ocho meses del más sangriento de los conflictos que haya conocido la humanidad, la Alemania nazi se rendía. Le había precedido la Italia fascista, pero el Imperio japonés resistió otros tres meses, hasta que la bomba atómica se abatió sobre Hiroshima y Nagasaki.
El sexagésimo aniversario de este acontecimiento primordial del siglo XX movilizará sin duda a los grandes medios de información. Lástima que la conmemoración mediática, lo mismo que las del año pasado referidas al desembarco en Normandía, la Liberación de París, y a finales de enero de 2005 la liberación de los últimos prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz, privilegie lo espectacular y la emoción en menoscabo de la historia y de las lecciones que habría que extraer de ella. Peor aún: es verosímil que muchos aspectos del segundo conflicto mundial, considerados demasiado perturbadores por quienes pretender (...)