En Estados Unidos hay dos millones de millonarios (en dólares). 1.300.000 hogares disponen de más de 5 millones de dólares. ¿Cómo otorgar a cada uno de ellos una identidad singular? ¿Cómo destacarse cuando la exhibición de la opulencia se convierte en un fenómeno masivo? Se objetará que los 288 millones de estadounidenses no millonarios (en dólares) tienen otros problemas. Y es verdad.
Pero eso no excluye la cuestión planteada. En la época de Luis XIV, para hacerse notar, la aristocracia tenía que comprarse trajes más coloridos, collares más lujosos que los de sus rivales de la corte. Había que dar bailes más suntuosos, mantener más mansiones y con una cantidad más impactante de cocheros y lacayos (tal vez Camdessus diría de “servicios personales”).
En el Estados Unidos “republicano” de George W. Bush el tamaño del yate ha reemplazado a la circunferencia de las fuentes. El hombre de negocios que no dispone de (...)