Fascinados por su inspiración y su brío, como niños antaño encantados por el flautista de Hamelín, varias personalidades de todos los ámbitos han sucumbido a la magia de Nicolas Sarkozy. Tanto más cuanto que los grandes medios de comunicación, dedicados a una operación de intoxicación masiva, no han dejado de glorificarlo. Se ha producido así, en Francia, una suerte de hipnosis colectiva ante un Presidente poseído por una hiperactividad desconcertante y una efervesencia de iniciativas a menudo vaporosas.
Los ojos comienzan a abrirse según se va develando la verdadera naturaleza del prestidigitador, liberal y brutal. Era claro desde los primeros anuncios económicos y sociales (régimen tributario para las altas rentas, escudo fiscal, derechos de sucesión, franquicias médicas, horas extras) fieles a la esencia misma del neoliberalismo. Y se hizo aún más evidente desde las alocuciones de Sarkozy en la Universidad de verano del Movimiento de las Empresas de Francia (Medef), el (...)