La gravedad de la crisis se confirma desde el momento en que ciertas noticias por lo común consideradas buenas son instantáneamente percibidas como malas. ¿La Reserva Federal de Estados Unidos (FED) baja varias veces sus tipos de interés? Nunca es bastante. ¿El 12 de diciembre pasado, de acuerdo con los otros grandes bancos centrales, anuncia una ampliación inaudita de sus procedimientos de refinanciación? La situación es bastante más grave de lo que imaginábamos. ¿Su presidente Ben Bernanke aboga este 17 de enero, en un hecho sin precedentes, por una intensificación de la recuperación presupuestaria? Quiere decir que la Reserva Federal, después de agotar sus márgenes de maniobra, pide relevo al Estado. Y como éste no era más que el primer acto de una comedia orquestada un tanto torpemente, sucede que George W. Bush anuncia al día siguiente un paquete de recuperación casi exactamente ajustado a las “sugerencias” del banquero central.
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