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Cómo han culpabilizado los industriales a los consumidores

Pues bien, ¡ahora recicle!

Contenedor amarillo, contenedor verde, contenedor azul… Con grandes dosis de sermones, nos cantan alabanzas sobre una “ciudadanía moderna” asociada a un gesto: la clasificación de los residuos, considerada como la garantía para salvar un planeta degradado por todas partes. Quizás se esté malinterpretando la lógica que subyace tras esta orden de “responsabilidad ecológica” dirigida a los consumidores.

por Grégoire Chamayou, febrero de 2019

Por la ventanilla de un coche, una mano lanza una bolsa que se desgarrará más lejos, en el arcén de la carretera. Se extienden los residuos a los pies de un majestuoso personaje en mocasines. Un nativo americano ataviado con una pluma en la cabeza. Primer plano. Mira hacia la cámara. Llora. Zoom en la lágrima que recorre su hundida mejilla. Voz en off: “La contaminación comienza por las personas. Son ellas las que pueden ponerle fin”. Incrustación en la pantalla: “Keep America Beautiful” (“Conserve la belleza de América”).

El nativo es la naturaleza. Usted es la civilización. Él es su mala conciencia. El subordinado no puede hablar, pero sus ojos abiertos lo hacen en lugar de su boca cerrada. Continúa hiriendo a esa América virginal, anterior a la colonización, que fue maculada, devastada, víctima de un genocidio, y ella se lo reprocha en silencio. Después aparece el eslogan. La causa (...)

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