En abril de 2017, el pueblo de Dong Tam, en la periferia de Hanói, fue el escenario de un sorprendente suceso. Cientos de campesinos, que protestaban desde hacía meses contra la expropiación de sus tierras en el marco de un proyecto de construcción inmobiliaria, se atrevieron a secuestrar durante más de una semana a 38 policías que habían acudido a desalojarlos. Las autoridades vietnamitas, en lugar de recurrir a la fuerza para liberar a sus agentes, enviaron al presidente del Comité Popular de Hanói, Nguyen Duc Chung, para que negociara con los secuestradores. Estos acabaron dejando en libertad a sus prisioneros a cambio de la promesa de mejores indemnizaciones.
Esta protesta puede presentar numerosos aspectos. En Nam Ô, en el centro del país, un pueblo costero conocido por su excelente nuoc-mâm, varias familias se niegan actualmente a abandonar sus casas para dejar paso a la construcción de un inmenso complejo turístico, (...)