Definir la democracia participativa se revela difícil porque se trata –al igual que la utopía tal y como la describe el escritor uruguayo Eduardo Galeano– de un horizonte que se aleja conforme nos acercamos a él… En términos generales, esta aspiración corresponde a la voluntad de permitir una nueva participación de los habitantes en las decisiones públicas, a través de diversas prácticas e instrumentos que hagan de ellos actores más maduros y, por tanto, capaces de cooperar entre sí. Si se actuase de este modo, no habría que temer los conflictos, sino que, por el contrario, se debería ofrecer a éstos espacios donde la confrontación los volviera fecundos.
Pedro Ibarra la describe como el cruce de dos modalidades complementarias: 1/ la “participación por irrupción”, ligada a las protestas, ocupaciones y otras reivindicaciones del derecho de cada uno a influir en las decisiones públicas; 2/ la “participación por invitación”, en foros y (...)