Un visitante que, tras una larga ausencia, paseara hoy en día por la plaza de los Cocoteros o por las playas de Anse Vata, en Numea, no se encontraría con la Nueva Caledonia anterior a los acontecimientos de 1984-1988. En otros tiempos polarizada entre un centro sin un verdadero espacio público, casi en su totalidad reservado para los europeos, y las grandes urbanizaciones de hormigón mal comunicadas en las que se amontonaban canacos y otros habitantes de Oceanía, la ciudad poco a poco se fue avivando e integrando. El cuadro abigarrado que ofrece la Nueva Caledonia actual refleja los avances realizados en los últimos veinticinco años. De lo que se trata ahora es de preparar el futuro político de este antiguo territorio de ultramar que se transformó en una “comunidad de ultramar sui generis”, con un estatus único, y transitorio.
El proceso de descolonización, iniciado hace un cuarto de siglo, podría (...)