¿No fue previsor ese representante de Illinois que en octubre de 2002 estimaba que una invasión de Irak solo “avivaría las llamas en Oriente Próximo, alentaría los peores impulsos en el mundo árabe, y reforzaría el brazo reclutador de Al Qaeda”? ¿Fue más visionario el vicepresidente de Estados Unidos, que entonces prometió que los ejércitos estadounidenses serían “recibidos como liberadores”? Hoy sin embargo es el segundo, Richard Cheney, quien acusa al primero, Barack Obama, de haber actuado en Irak como un traidor y además, de manera torpe. Y concluye con singular descaro: “Pocas veces un presidente de Estados Unidos se habrá equivocado tanto a propósito de tantas cosas en detrimento de tanta gente”.
Por ahora, Obama descarta el envío de tropas estadounidenses contra las fuerzas yihadistas que controlan una parte de Irak (véase el dossier "Estados fantasmas en Oriente Próximo" pág. 12). Pero aceptó mandar a trescientos “asesores” militares (...)