La arquitectura institucional compleja de la Unión Europea (UE) está sometida a una dura prueba por el tema de las elecciones nacionales. En principio, es una cuestión de cifras: 28 Estados miembros y mandatos parlamentarios cuya duración media se sitúa entre los cuatro y los cinco años. Eso significa que, siguiendo con el promedio, cada año se organizan siete u ocho elecciones parlamentarias en la UE. A esto hay que añadir, en ciertos países –como Austria, Chipre, Finlandia, Francia, Irlanda y Portugal–, elecciones presidenciales por sufragio universal, incluso referéndums.
Esta acumulación de consultas populares tiene un impacto directo en el funcionamiento de la UE. En las áreas más sensibles, las decisiones deben, efectivamente, ser tomadas por unanimidad de los Estados. Tal es el caso, entre otros, de la fiscalidad y de una parte de la política comercial común, como lo acaba de evidenciar el asunto del tratado de libre comercio UE-Canadá (...)