En el sur de Luisiana, el cielo de agosto se colorea a menudo de un azul intenso al caer la noche, pero ese día, la amenaza de tormenta ensombrece el horizonte. Algunos mujoles saltan fuera del agua para después volver a zambullirse boca abajo mientras chapotean. Jake Billiot empuja suavemente el Sitting Bull, su barco camaronero, a lo largo del muelle que lleva a la rampa de botadura de Pointe-aux-Chênes. Este pueblo se ubica en el extremo de una extensión de tierra unida al subcontinente norteamericano por un camino estrecho. A medida que uno se acerca al final de la ruta 665, el agua se vuelve omnipresente hasta que la tierra desaparece por completo.
Detrás del barco de Billiot, el paisaje se reduce a dos colores: el verde de las espartinas con hojas alternas y el negro de los bayous, esos innumerables meandros abandonados del Misisipi. Antes, esa extensión formaba un (...)