Las elecciones primarias del pasado 12 de septiembre, que han situado a Jeremy Corbyn a la cabeza del Partido Laborista británico, han provocado una onda de choque que sacude toda la socialdemocracia europea, tanto por la forma de hacer política como por la definición de su contenido.
En principio, debemos recordar una característica importante del sistema electoral británico: el escrutinio mayoritario uninominal de una sola vuelta conlleva, generalmente, una fuerte distorsión entre el número de votos obtenidos por un partido y el número de escaños del que dispondrá. En las elecciones legislativas de mayo de 2015, el Partido Conservador obtuvo 331 escaños (de los 650 de la Cámara de los Comunes) con un 36,9% de los votos, mientras que el Partido Laborista obtenía apenas 232 con un 30,40% de los sufragios. ¡Una diferencia de 99 escaños por un margen del 6,5%! De hecho, los Tories no avanzaron más que un 0,8% (...)