La prensa no genera dudas: “Stalin is back”; Putin se “apresuró a rehabilitar la Unión Soviética y el culto a Stalin”; por otra parte, “Putin es Stalin con internet”. Por el lado del Kremlin suena otra campana. El presidente Dimitri Medvédev recuerda los “crímenes de Stalin” (Izvestia, 7 de mayo de 2010) con mayor voluntad que su primer ministro Vladímir Putin. El consejero del Kremlin en Derechos Humanos, Mijaíl Fedotov, anunció la desclasificación de archivos con el fin de marcar “el adiós al totalitarismo” (Interfax, 1 de febrero de 2011). Y, desde el final de los años 1980, no pasa semana sin nuevas “revelaciones”. Coloquios, medios de comunicación y series televisivas alimentan las inculpaciones. Los dirigentes han añadido recientemente una nueva pieza al expediente: el reconocimiento de la masacre de Katyn en 1940. Raramente una sociedad ha actuado hasta el punto de “desencantar” su historia. Entonces, ¿hablamos del mismo país?
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