La principal amenaza que pesa sobre nosotros no son los cañones estadounidenses, sino los frijoles. Los que los cubanos no comen”. Estamos en 1994 y la situación es rara: el ministro de Defensa, Raúl Castro, marca su desacuerdo con su hermano, Fidel. Éste se opone a la liberalización de los mercados agrícolas; una dosis de “mercado” que podría estimular la producción de alimentos. Ahora bien, desde el derrumbe del bloque soviético, Cuba sufre los tormentos del “periodo especial en tiempos de paz”: el Producto Interior Bruto (PIB) se hundió un 35%, Estados Unidos reforzó el embargo que estrangula la economía de la isla y la población descubre la malnutrición. Raúl Castro no duda: “si no cambiamos nada, no tendré más opción que sacar los tanques”. A fin de año, los mercados libres campesinos son autorizados.
Dieciséis años más tarde, el hermano menor ha reemplazado al mayor en la presidencia del país (...)