Durante la primavera de 2020, mientras que la pandemia de la covid-19 amenazaba con extenderse en Corea del Sur, los evangélicos conservadores continuaban con sus concentraciones diarias para exigir la dimisión del Gobierno y mostraban su negativa a interrumpir sus ceremonias religiosas presenciales para hacer rituales emitidos por Internet. A diferencia de los budistas y los católicos, vieron en esas medidas un ataque a la “libertad religiosa”. También aprovecharon para lanzar una ofensiva contra el presidente Moon Jae-in, al que acusaban de “subordinación a la China socialista” (donde apareció el virus), con la esperanza de recuperar los apoyos perdidos entre la población.
En el otoño de 2016, la sociedad surcoreana se fracturó en dos bandos. Mientras que manifestantes se concentraban con velas en la mano para exigir la destitución de la presidenta Park Geun-hye, sus oponentes marchaban enarbolando la Taegeukgi, la bandera nacional; una contramovilización en la que las Iglesias protestantes (...)