En junio de 2014, Estados Unidos inició una campaña de bombardeos aéreos en Irak y Siria para aniquilar a las fuerzas militares del “califato” proclamado por la Organización del Estado Islámico (OEI, cuyo acrónimo en árabe es Daesh), antes de formar unos meses más tarde una coalición internacional compuesta por 74 Estados. Paralelamente, en septiembre de 2015, Rusia decidió prestar apoyo militar al régimen de Bashar el Asad, el cual estaba a punto de desmoronarse ante el empuje de un movimiento de rebelión popular calificado de “terrorista” por Damasco y rápidamente controlado por grupos yihadistas. Ambas intervenciones sembrarán el mapa de los dos países con unos 75.000 “ataques” aéreos.
Si bien las acciones de la coalición internacional contra la OEI y las emprendidas por Moscú, aliada al régimen de El Asad, se distinguen en cuanto a intenciones y contextos, ambas tienen similitudes en lo referente a las consecuencias desastrosas para las (...)