Tras un recorrido por la manzana enumerando los nombres de los numerosos bares-estanco de Sarcelles regentados por cristianos de Oriente Próximo, Bruno Yakan entra en un gran edificio prefabricado, sede de la Asociación de Asirios-Caldeos de Francia (AACF), la cual preside. Inaugurado justo antes de la pandemia de covid-19, el sitio está desierto, pero Yakan espera que la vuelta a la normalidad permita por fin a sus correligionarios reunirse ahí; 8.000 de ellos viven en Sarcelles, municipio de Val-d’Oise de casi 60.000 habitantes. Muchos proceden de la meseta de Hakkâri, en el extremo oriental de Turquía; otros, de Irak o de Siria. Entre la llegada de los pioneros, que vinieron a vender su fuerza de trabajo en 1969, y la inauguración del centro de la AACF en el casco antiguo de la ciudad cinco décadas después, tres generaciones han hecho de Sarcelles el centro neurálgico de su comunidad en Francia.
Huyendo (...)