La Wehrmacht la llamaba Martha. En la actualidad, un caparazón de color óxido oculta el gris del hormigón. Próxima a la carretera que bordea el gran puerto marítimo de Marsella en dirección a Estaque, la antigua base de submarinos nazis ha permanecido abandonada durante más de setenta años. Tras el desembarco en Provenza, los aliados usaron este búnker inacabado como prisión militar. Después de eso, nada. Hasta hace poco, algunos conocedores acudían atraídos por los viejos dibujos, probablemente obra de prisioneros alemanes, que habían permanecido en el olvido en sus paredes. Pero ahora resultan inaccesibles, encerrados desde 2020 tras los muros de MRS 3, uno de los descomunales centros de datos de la compañía Interxion.
“No puedo dejarles entrar ahí. Son plataformas cloud [de la nube] muy sensibles y contamos con cláusulas de confidencialidad interminables”, nos informa de entrada Fabrice Coquio, presidente de la empresa. El complejo es civil, pero la (...)