En Francia, hasta la Liberación, las “obras sociales” de las empresas quedaban a discreción de los empleadores; el espíritu era paternalista. La creación de los comités de empresa entre 1945 y 1946 permitió confiar a un organismo elegido por los trabajadores las actividades sociales, deportivas o culturales financiadas mediante una cuota de la masa salarial en las compañías de más de cincuenta asalariados. Mar, montaña, campo: millones de franceses pudieron irse de vacaciones gracias a esa organización, en sus inicios favorecida por la nacionalización de las grandes empresas.
Más allá de su papel como contrapoder en la gestión y funcionamiento de la empresa, la ley confía a los comités las “actividades tendentes a la mejora de las condiciones de bienestar, las actividades deportivas o de ocio, y todo lo relativo a la cultura”. Para que todo el mundo pudiera disfrutar del verano, las vacaciones pagadas no bastaban. Quedaba pendiente organizar el (...)