En 2008 se celebraron los cuatrocientos años de la ciudad de Quebec con grandilocuencia y desmesura, evocando triunfalmente la unidad nacional canadiense. Gracias a los 150 millones de dólares facilitados por las distintas administraciones, una flotilla de unos cuarenta veleros salió de La Rochette para reconstruir la travesía del Atlántico, se organizaron conciertos gratuitos (Céline Dion, Paul McCartney…), durante más de dos meses se proyectó todas las tardes una película que mostraba la historia de Quebec en una pantalla al aire libre de 60 metros de alto por 60 metros de ancho, etc. Otro aniversario, en cambio, pasó desapercibido: el cincuentenario de la “Revolución tranquila”, que fue el comienzo del auge del soberanismo progresista que terminó dotando a Quebec de un sistema social avanzado. Sin embargo, desde entonces, el abandono por parte del nacionalismo quebequés de sus aspiraciones progresistas causó su pérdida. ¿Habría podido la historia seguir otro camino?
En 1960, (...)