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Siria, Bahréin, Egipto y Túnez, cuatro destinos para una revolución

La “primavera árabe” no ha dicho su última palabra

Tres años después del comienzo del movimiento que arrastró las dictaduras de Zine el-Abidine Ben Ali, Hosni Mubarak y Muamar el Gadafi, las protestas en el mundo árabe, amenazadas por las injerencias extranjeras y por las divisiones confesionales, buscan un nuevo aliento. Mientras Siria vive el peor de los escenarios, Túnez confirma que las aspiraciones a la ciudadanía y la búsqueda de compromiso pueden convertirse en una realidad.

por Hicham Alaoui, febrero de 2014

En sus inicios, la “prima­vera árabe” hizo volar en ­pedazos los prejuicios occidentales. Desacreditó los clichés orientalistas acerca de la incapacidad congénita de los árabes para concebir un sistema democrático y puso en duda la creencia según la cual no se merecían nada mejor que ser gobernados por déspotas. Tres años más tarde, la primavera se ha oscurecido, y siguen intactas las incertidumbres respecto a la salida de ese proceso, que entra en su cuarta fase.

La primera etapa, concluida en 2011, vio estallar una ola gigantesca de reivindicaciones concernientes a la dignidad y a la ciudadanía, alimentada por protestas masivas y espontáneas. La etapa siguiente, en 2012, fue la del repliegue de las luchas a su contexto local y su ajuste a la herencia histórica de cada país. Simultáneamente, fuerzas externas empezaron a reorientar estos conflictos en direcciones más peligrosas, llevando a los pueblos a la situación en la que (...)

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