Durante su viaje a China, del 18 al 21 de octubre de 2016, el presidente filipino Rodrigo Duterte anunció su nueva política exterior en estos términos: “Me he vuelto a alinear con vuestra orientación ideológica y quizás vaya a Rusia a hablar con el presidente Vladímir Putin. Le diré que somos tres contra el resto del mundo: China, Filipinas y Rusia. Es la única vía posible”.
Este impactante anuncio ha causado perplejidad entre numerosos analistas de la región. ¿Estaba dispuesto Duterte a romper las relaciones tan especiales de Filipinas con Estados Unidos, antigua potencia colonial (1898-1946), socio económico y militar privilegiado desde la independencia? ¿O intentaba normalizar las relaciones con China, muy debilitadas por la disputa en el mar de China Meridional, llevada en 2013 ante el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya y resuelta a favor de Manila en julio de 2016? De dicha victoria no se habló durante (...)