Si algo hemos aprendido en la lucha contra el hambre es que no basta con incrementar la producción de los alimentos: la calidad de los mismos es fundamental si queremos asegurar un futuro sano y saludable de las personas. No se trata sólo de poder comer sino de hacerlo bien.
En las últimas décadas hemos cambiado drásticamente nuestras dietas y hábitos alimentarios como resultado de la globalización, la urbanización y el aumento de los ingresos. Hemos pasado de platos de temporada elaborados principalmente a base de plantas y ricos en fibra a dietas hipercalóricas con un alto contenido de almidones refinados, azúcar, grasas, sal, alimentos elaborados, carne y otros productos de origen animal.
Las dietas poco saludables, combinadas con estilos de vida sedentarios, han superado al hábito de fumar como el factor riesgo de muerte y discapacidad en el mundo.
Además, la producción de alimentos intensificada, combinada con el cambio climático, está causando una pérdida rápida de biodiversidad. Hoy en día, solo nueve especies de plantas representan el 66% de la producción total de cultivos, a pesar del hecho de que a lo largo de la historia, más de 6000 especies se han cultivado para obtener alimentos. Una variedad diversa de cultivos es crucial para proporcionar dietas saludables y salvaguardar el medio ambiente.
Todos estos cambios están relacionados con el aumento de la obesidad y otras formas de malnutrición que afectan a casi una de cada tres personas. Las proyecciones indican que esta proporción en el año 2025 se convertirá en uno de cada dos. Se trata de una auténtica plaga global en todos los sentidos que afecta ya a unas 2000 millones de personas, el doble de la gente subalimentada. De esa cifra, 120 millones de niños y niñas (de 5 a 19 años) son obesos y más de 40 millones de niños tienen sobrepeso.
La FAO recomienda que los gobiernos aumenten la disponibilidad y asequibilidad de alimentos diversos y nutritivos utilizados para la elaboración de dietas saludables, y que aborden la malnutrición desde sus raíces (producción alimentaria).
Por su parte, el sector privado también juega un papel fundamental y debe influir en el entorno alimentario mediante la introducción de alimentos más saludables y el cumplimiento de las leyes relacionadas con la nutrición, con la producción y venta de alimentos, la reformulación de los productos alimenticios, el etiquetado nutricional, y la comercialización y publicidad de alimentos.
Y, por supuesto, las personas deben concienciarse y tienen que estar informadas para cambiar sus opciones alimentarias y sus hábitos alimenticios además de limitar el consumo de alimentos que son ricos en grasas, azúcares o sal. Necesitamos volver a descubrir la importancia de los productos frescos de temporada, los conocimientos tradicionales y la biodiversidad local.