El pasado 12 de julio, Turquía recibía el primer lote de equipamiento destinado al sistema de defensa antimisiles S-400, de fabricación rusa. Esta entrega, contemplada en un contrato firmado entre Ankara y Moscú en abril de 2017, y completada con otras en agosto y en septiembre, provocó importantes tensiones diplomáticas turco-estadounidenses. Para Washington, el sistema S-400 sería incompatible con el equipamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que Turquía es miembro desde 1952. Con el objetivo de ejercer presión sobre Ankara, la Administración de Donald Trump esgrimió la amenaza de una suspensión de las ventas de cazas F-35 al Ejército turco. No hacía falta más para avivar los temores de una salida de Turquía de la OTAN y una degradación de sus relaciones con Estados Unidos, ya deterioradas por sus estrategias divergentes en Siria.
Para comprender las dinámicas de la diplomacia turca, primero hay que tener (...)