Torpedo en la línea de flotación del “relato oficial de la globalización”, las medidas adoptadas para controlar el coronavirus han puesto trabas a los desplazamientos, en cuya fluidez se basa el turismo, convertido este en un importante marcador del choque económico y social. ¿Causa o consecuencia? Los viajes han influido de forma nada desdeñable en la propagación del coronavirus, al igual que contribuyen al calentamiento global, que a su vez amenaza los centros turísticos costeros o de esquí.
La inmovilización general ha cuestionado con dureza la relación con el allá, reactivando la “ley de hierro” de la proxemia, que es el estudio de la relación con el espacio: lo que está cerca siempre termina importando más que lo que está lejos. Cuando salgamos del confinamiento, ¿asistiremos a una descompensación para “disfrutar a lo grande el momento presente”, como espera el director del Club Med? ¿O, por el contrario, habrá un reaprendizaje (...)