Hay un antes y un después en Abu Ghraib, una prisión iraquí. En realidad, mucho más que un centro penitenciario: una antesala de la muerte bajo la dictadura de Sadam Hussein, y un escenario de humillación añadido tras la ocupación norteamericana. Dos momentos históricos en los que se insertan secuencias como las que siguen: “Los miércoles y los domingos eran los días de ahorcamiento en la cárcel de Abu Ghraib, situada a 32 km. al oeste de Bagdad. No era extraño que se rompieran cien cuellos cada semana en la horca, y cuando la masificación complicó el alojamiento de los nuevos presos, la factoría de la muerte trabajaba a destajo…”. “El primer soldado de Abu Ghraib que se enfrentó a un consejo de guerra fue Jeremy Sivits, el policía militar que menos implicado se había visto en los crímenes del bloque de Inteligencia Militar y el que más había hecho (...)
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La balada de Abu Ghraib
Philip Gourevitch y Errol Morris
Ed. Debate, Barcelona, 2008.
336 páginas, 22,90 euros.
por Manuel S. Jardí,
febrero de 2009
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