La rivalidad histórica que opone la India a Pakistán desde la Partición de 1947 –cuyo escenario principal ha sido hasta ahora Cachemira– hoy se extiende hasta Afganistán. La lucha entre ambos vecinos parece reducirse a un juego de suma cero en el que las ganancias obtenidas por uno se traducen necesariamente en pérdidas para el otro. Últimamente, esa lucha ha entrado en una fase más violenta, ya que las relaciones entre Nueva Delhi e Islamabad se habían deteriorado. Es cierto que ambos países siempre tuvieron enormes dificultades para comunicarse, pero a partir de 2004 habían logrado entablar un diálogo.
Los laboriosos portavoces no sobrevivieron a los atentados terroristas ocurridos en Bombay el 26 de noviembre de 2008: la India rápidamente estableció que el ataque había sido organizado por Lashkar-e-Taiba (LeT), un movimiento extremista con base en Pakistán y conocido por sus vínculos estrechos con sus servicios de inteligencia (el Inter Service (...)