Como demuestra el reciente XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), el presidente Xi Jinping tiene la ambición de igualar su figura con la de Mao Zedong, y hasta superarla. Dicen incluso algunos analistas que sería el “nuevo Stalin”. En un momento de crecientes tensiones sino-occidentales, Occidente sigue viendo a China a través del prisma de la Guerra Fría, con Pekín ocupando el lugar de la antigua Unión Soviética como principal adversario, además de ser uno de los más destacados representantes de las fuerzas autocráticas en el mundo.
Esta visión hace de los pensadores chinos el equivalente de los disidentes y refúseniks rusos, expuestos a ser enviados al gulag por el simple hecho de poseer libros prohibidos, y de China un mundo sin vida intelectual real fuera de la esfera privada (o de las cárceles). Así las cosas, y por más que el país se haya convertido en la segunda potencia (...)