En el mismo campo de fútbol de La Paz donde, el 1 de abril de 2009, Bolivia le ganó seis a uno a Argentina, Evo Morales distiende sus cuadriceps con un fondo de música de bandas militares. A sus pies, una de las cuatro tribunas del estadio Hernando Siles presenta asistencia perfecta: separados por división y por las gamas de sus uniformes, jóvenes aspirantes a las Fuerzas Armadas cantan, hacen la ola y dan aliento al Presidente. El público es un regalo sorpresa del nuevo comandante de las Fuerzas Armadas, general Tito Gandarillas, un aliado con poder creciente en el gobierno. El equipo de la Presidencia –donde prevalecen los custodios de Evo Morales– se enfrentará al del vicepresidente, Álvaro García Linera. Mientras el árbitro se demora y las bandas callan, el Presidente acepta una pregunta anticlimática.
Martín Siyak. — Las revoluciones latinoamericanas del siglo XX han tenido momentos épicos iniciales, pero (...)