Un Irán sin armas nucleares es preferible a un Irán que las tuviera. El propio Teherán lo admite. Signatario todavía del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), el país acepta las inspecciones de sus principales emplazamientos que lleva a cabo la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Y sus dirigentes, empezando por el ayatolá Jamenei, cada tanto proclaman que la posesión, la fabricación y la utilización de armas de esta naturaleza son contrarias al islam.
Desde la época del Sha, el país apoya la idea de un Medio Oriente desnuclearizado. El director estadounidense de Inteligencia Nacional, que coordina todas las agencias de seguridad de Estados Unidos, asegura que la República islámica no tomó la decisión de construir la bomba (una decisión que, por lo demás, sería imposible disimular). No obstante, la historia nuclear del país tiene lagunas e incoherencias que no inspiran confianza, y la retórica incendiaria de sus dirigentes aumenta (...)