Fabricar en unos minutos artículos insólitos sobre el último tema que agita las redes sociales, deslizar en ellos referencias aduladoras para los anunciantes publicitarios, espolvorear el conjunto con vídeos divertidos que se harán virales: la receta ha elevado hasta las cumbres la audiencia de las páginas web de “info-entretenimiento” Melty, Konbini o incluso BuzzFeed. La prensa tradicional mira a estos jóvenes competidores con una ambivalencia de desprecio por un periodismo abiertamente chapucero y fascinación por el número de visitas que genera.
Alexandre Malsch, cofundador de Melty y presidente de la empresa hasta el pasado mes de marzo, fue descrito como un “prodigio del ámbito digital” (LeMonde.fr, 16 de agosto de 2014) que “susurra a los adolescentes” (L’Obs, 7 de febrero de 2016) y ha sido objeto de decenas de reportajes elogiosos. “Lo que nos exasperaba más conociendo nuestras condiciones laborales, que no eran ideales, era el ser incensado hasta ese punto (...)