Como ha puesto de relieve el historiador Reinhart Koselleck, el sentimiento de crisis es inherente a la condición del hombre moderno. El cambio tecnológico, los ciclos de la economía o las evoluciones de la cultura contribuyen a generar una impresión de novedad constante y, en consecuencia, de fin de época. Sin embargo, pudiera ocurrir que la crisis fuera real, e incluso que varias se yuxtapusieran. Es el caso hoy día, con una inestabilidad indisociablemente política, económica y ecológica. ¿Cómo se articulan estas tres dimensiones? En el transcurso de las últimas décadas, este interrogante ha ocupado el pensamiento de teóricos y movimientos críticos.
La crisis actual es, en primer lugar, política. Tres debates principales se plantean a este respecto. El primero consiste en preguntarse si se trata de una hostilidad hacia las élites, que en la actualidad serían excepcionalmente codiciosas y corruptas, o si el problema refleja una desconfianza general hacia las (...)