En la recepción de la redacción del semanario Junge Freiheit (“joven libertad”), en un barrio acomodado del oeste de Berlín, un friso muestra, con una veintena de personajes en marcha, una alegoría de la historia alemana: campesinos y reyes, soldados y mujeres en el camino hacia el éxodo. Incluso aparece Karl Marx y, al final, un manifestante contra la energía nuclear. Pero ningún nazi. La única huella de los doce años de dictadura nacionalsocialista es una bandera con la cruz gamada tirada en el suelo, arrugada y pisoteada. Dieter Stein, fundador y redactor jefe del periódico, ha decorado la pared de su despacho con un retrato del conde de Stauffenberg, el oficial de la Wehrmacht que organizó el atentado fallido contra Hitler del 20 de julio de 1944.
“Existe una corriente, no muy importante en número, pero tradicionalmente presente en Alemania, que conserva cierto sentimentalismo por el III Reich. No es (...)