Julio Verne murió en Amiens el 24 de marzo de 1905 dejando tras de sí una obra cuya fortuna crítica fue más allá de las exigencias literarias impuestas por la gran novela del siglo XIX, amparándose más bien en el interés despertado por la serie de viajes y aventuras que su editor Hetzel publicó bajo el título de Les voyages extraordinaires. En efecto, descubrir los fondos marinos en compañía del capitán Nemo, aceptar el desafío con Phileas Fogg de una vuelta al mundo en ochenta días o iniciar el camino que lleva a las entrañas de la tierra en compañía del joven Axel o en la del capitán Aterras rumbo al Polo Norte no podía menos que fascinar a unos lectores que habían hecho de la curiosidad su principal disposición cultural.
Tras esa pasión narrativa y publicista se agitaba otra por la ciencia y el progreso, valores absolutos de una época (...)