Es poco probable que los brasileños obedezcan a la procaz consigna que lanzó Michel Platini –otrora gran futbolista y hoy politiquero presidente de la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA)– el pasado 26 de abril: “Hagan un esfuerzo, déjense de estallidos sociales y cálmense durante un mes”.
La Copa Mundial de Fútbol comienza en São Paulo el 12 de junio para concluir el 13 de julio en Río de Janeiro. Y hay efectivamente preocupación. No sólo en las instancias internacionales del deporte sino también en el propio Gobierno de Dilma Rousseff, por las protestas que podrían intensificarse durante el evento deportivo. El rechazo al Mundial por parte de la población ha seguido expresándose desde junio del año pasado, cuando empezó todo con ocasión de la Copa Confederaciones. La mayoría de los brasileños afirman que no volverían a postular a Brasil como sede de un Mundial. Piensan que causará más daños (...)