Paradójicamente, la conmemoración el 27 de enero de 2005 del 60º aniversario de la liberación de los últimos prisioneros de Auschwitz por parte del Ejército Rojo, movilizó a más gobernantes y medios de comunicación que la del 50º aniversario. ¿Se debe a la conciencia de que pronto desaparecerán los últimos testigos de la Shoah y, con ellos la memoria viva del horror, de que ya no habrá nadie para testimoniar: “Vi cómo las cámaras de gas exterminaban a miles de judíos por día y los crematorios al rojo vivo a fuerza de reducir sus restos a cenizas”? ¿O bien a la voluntad de responder firme y masivamente a la escalada de violencias antisemitas en Francia y varios países de Europa?
Desafortunadamente, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones: la cobertura de las ceremonias y la multiplicación –mayor incluso que en los aniversarios del Desembarco de Normandía y la Liberación (...)