El 17 de noviembre de 2007, ante la flor y nata del urbanismo congregada en el palacio de Chaillot para la inauguración de la Ciudad de la Arquitectura y del Patrimonio, el presidente de la República francesa Nicolas Sarkozy abría una “consulta sobre el futuro del París metropolitano” y expresaba su voluntad de elaborar un “nuevo proyecto de ordenación general del Gran París”. Como Londres, que tiene su Greater London desde 1965, o Nueva York, con la New York Metropolitan Area, la capital francesa debía, en su opinión, pensar más allá de sus fronteras municipales, condición sine qua non para imponerse en la competición urbana internacional.
Sobre el papel, las razones aportadas podían parecer sensatas. París, subrayaba el presidente, es “la única aglomeración urbana de Francia que no cuenta con communauté urbaine [‘comunidad urbana’, organismo administrativo que integra diversos municipios]”. Además, desde la edificación de ciudades de nueva planta y la (...)