París, en Francia, hablando su idioma, y Francia en Europa. ¿Acaso los lugares que asumen y llevan ese nombre, acaso los lugares donde existen y se asumen una opinión pública y una responsabilidad política relativamente libres, acaso esos lugares pueden convertirse, sin presunciones, sin paradojas ni contradicciones, en fuentes de pensamiento, activas, irradiantes, de una altermundialización digna de ese nombre? A esta pregunta, mi hipótesis, mi esperanza, responderán “sí”, ese “sí” que intentaré fundamentar.
Amigo fiel y lector agradecido de Le Monde diplomatique, quisiera rendir homenaje a la que considero la publicación, la aventura y la ambición periodística más notable de este medio siglo, es decir, de toda mi vida de adulto y de ciudadano. Y no sólo en Francia, París y Europa. A lo largo de estos 50 años transcurridos, innegable e irreversiblemente transcurridos, Le Monde diplomatique ha representado para mí el honor y el coraje de lo que fue, (...)