Depakine. El valproato sódico (Depakine), que se comercializó por primera vez en 1967 para el tratamiento de la epilepsia, actúa como anticonvulsivante. Aunque desde el principio de los años 1980 se le conocen efectos teratógenos (que causan malformaciones del embrión durante el embarazo), la farmacovigilancia falla. Hay que esperar hasta 2004 para que la acumulación de riesgos justifique una información a prescriptores y pacientes, pero esta no será plenamente efectiva hasta 2010. En febrero de 2020, Sanofi, que produce la Depakine, fue imputado por “estafa agravada” y “lesiones imprudentes”. Se condenó al Estado a indemnizar a varias víctimas.
Mediator. Desde 1978, el benfluorex (Mediator), oficialmente vendido como tratamiento para la diabetes, resulta ineficaz, tóxico y muy caro. Su uso indebido como inhibidor de apetito causa muchas valvulopatías cardíacas, pero Servier sigue comercializándolo hasta 2009, siendo esta una empresa muy generosa con los médicos y la comunidad médica. En el juicio, cuyo fallo se espera para 2021, comparecieron junto a los directivos de la empresa un exmiembro de la Alta Autoridad Sanitaria, varios funcionarios de la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria de Productos de Salud (AFSSAPS, actualmente ANSM), un ex director general del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (INSERM) y una senadora.
Paxil. En 2001, el estudio 329 concluye que la paroxetina (Paxil, Deroxat, Seroxat, Divarius), un antidepresivo vendido por GSK para niños y adolescentes, es eficaz e inocua. El British Medical Journal, que consultó los datos de ese ensayo terapéutico en 2015, revela que estos apuntan a la conclusión inversa y, entre otros efectos adversos, mencionan un riesgo de suicidio. Ninguno de los veintidós firmantes oficiales del estudio había participado en su redacción, encomendada a un “autor fantasma” sufragado por GSK.
Vioxx. En 2004, Merck retira del mercado el rofecoxib (Vioxx), un medicamento antiinflamatorio no esteroideo, cinco años después de comercializarlo y haber gastado una suma sin precedentes en publicidad. La Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) le imputa decenas de miles de muertes por paro cardíaco. Los autores empleados por Merck consideraban que generaba una “buena tolerancia”, cuando los ensayos frente a placebo señalaban una elevada mortalidad.
Tamiflu. En 2009, la campaña de vacunación contra la gripe A (HIN1) se torna en fiasco, revelándose que el riesgo ha sido sobreestimado. Varios Gobiernos han acumulado existencias de vacunas y de antiviral oseltamivir (Tamiflu), comercializado por Roche. Una encuesta del British Medical Journal muestra que varios autores de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) respecto al uso de antivirales tenían contratos ocultos con las empresas farmacéuticas que los fabricaban. Aunque desde el principio no existían pruebas de eficacia, la OMS no eliminó el oseltamivir de su lista de medicamentos esenciales hasta 2017.
Opioides. Desde 2015, se achaca en parte la disminución de la esperanza de vida en Estados Unidos a la oxicodona (Oxycontin, Oxynorm), un analgésico narcótico muy adictivo. Junto con el fentanilo, es responsable de cientos de miles de muertes por sobredosis. Fue consumido masivamente por el marketing agresivo de los visitadores médicos de Purdue Pharma, que incitaron a los médicos a ampliar su prescripción más allá de los dolores por cáncer, minusvalorando el riesgo, como también lo hizo la FDA. Otras empresas, entre ellas Johnson & Johnson, también se enfrentan a demandas de indemnización por daños estimadas en varios miles de millones de dólares. Purdue Pharma se ha declarado en quiebra y tendrá que pagar más de 8.000 millones de dólares en multas después de declararse culpable, principalmente por sobornos a los médicos.