“Me niego a día de hoy a recomendar el uso generalizado de la mascarilla y el Gobierno nunca ha hecho tal cosa. Si lo recomendáramos, sería incomprensible”. Estas palabras no son las de “tranquilizadores” o demás “complotistas”. Las pronunció el presidente de la República francesa a mediados de abril de 2020, cuando la covid-19 ya había causado más de 17.000 muertes en el país. Y eso que, en su primer informe del 12 de marzo, el Consejo Científico ya recomendaba que se reforzaran las medidas individuales de protección “asegurando la disponibilidad de recursos como geles hidroalcohólicos y mascarillas quirúrgicas para la población”. El mismo consejo también consideraba “importante, para la credibilidad del conjunto de las medidas preconizadas, que se presenten desvinculadas de cualquier cálculo político”. Desde entonces, en Francia, no llevar mascarilla se ha convertido en una infracción punible con multa.
La brecha entre las sucesivas promesas respecto a mascarillas, pruebas (...)