Cuando se trata de abrir un juicio sobre las políticas económicas del Viejo Continente, particularmente sobre la moneda única europea, las reacciones de Estados Unidos se consideran a priori sospechosas. Sin embargo, cuando Barack Obama se muestra preocupado por las consecuencias negativas de las políticas restrictivas puestas en práctica por toda Europa, ¡no necesariamente se equivoca, aunque sea Presidente de Estados Unidos!
Igual que él, cualquiera que tenga un mínimo de sentido común difícilmente comprenderá cómo, dentro de un conjunto económico tan integrado como la Unión Europea (UE), una yuxtaposición de planes nacionales de austeridad con el objetivo de reducir la deuda pública podría llevar a un crecimiento del conjunto de los países involucrados. Semejante ejemplo de pensamiento mágico da cuenta del desconcierto e incluso del pánico de los gobiernos europeos: han perdido todos sus puntos de referencia y han olvidado las lecciones de la Gran Depresión de los años 1930. (...)