Con la caída de la tarde, el 24 de noviembre de 2010, mientras en Portugal se desarrollaba la huelga general contra las medidas de austeridad adoptadas por el Gobierno del Partido Socialista (PS), se oía gritar en la plaza da Figueira, en el corazón de Lisboa, donde se habían reunido casi tres mil personas: “FMI, FMI, FMI”. Desde la tarima, la respuesta, irónica, no se hizo esperar: “No lo llamen, no lo llamen”. Fue suficiente para desatar una carcajada general. En realidad, la gente reunida allí para un concierto de apoyo a la huelga general le reclamaba al músico en el escenario, José Mario Branco, cantante popular y comprometido desde la revolución portuguesa, su canción FMI, compuesta en 1979.
Todos tenían en mente la amenaza de una tercera intervención en el país –después de las de 1977 y 1983– del Fondo Monetario Internacional, lo cual significaría un nuevo agravamiento de la (...)