“El 1 de agosto de 1914 –escribe el satírico vienés Karl Kraus en su revista Die Fackel (La Antorcha)–, escuché un grito: ‘¡Vamos, derechos hacia la gloria!’. Me avergonzaba hacer de cascarrabias, puesto que en ese momento ya sabía de manera totalmente exacta que llegaría la hora del: ‘¡Que alguien me saque de aquí!’. Únicamente, fui tan optimista que fijé como fecha de expresión de este deseo, que no podía dejar de manifestarse ya el 1 de agosto de 1915, el 1 de agosto de 1916 y no el 1 de agosto de 1917. Sin embargo, en casos como este, no se puede trabajar con la exactitud matemática, sino solo con la exactitud apocalíptica”.
Kraus expresa aquí su convicción de que solo un esfuerzo de imaginación excepcional, del que el pensamiento apocalíptico es un ejemplo, es capaz de compensar la ausencia total de imaginación que ha hecho posible el desastre y, (...)